El estrés engorda
El estrés es un síntoma que más a menudo se padece en esta sociedad en la que vivimos sin darnos tiempo al tiempo. En donde no sabemos priorizar lo importante sobre lo urgente.
En esa vorágine de nervios, por un mal estilo de vida, muchos acuden a la comida como una vía de escape. Aunque en realidad es engañosa, pues no se padece hambre, por lo tanto la sensación de saciedad será más que nada un efecto psicológico.
El Ministerio de Salud de Argentina ha disparado la alarmante cifra que el cincuenta por ciento de la sociedad de ese país padece sobrepeso y, dentro de marco, el treinta por ciento es obeso.
La incomprensión, exceso de trabajo, circunstancias nerviosas profundas, soledad, conflictos de pareja, angustia, depresión, falta de trabajo, son causas muy comunes de estrés; y por reacciones propias del cuerpo se encienden mecanismos que nos impulsan a comer para aplacar esas situaciones.
Ante el estrés crónico se acrecienta una sustancia que marca el estrés, la hormona cortisol. Cuando uno se alimenta simplemente para saciar un falso apetito, ésta disminuye. En este caso la comida cumpliría la función que efectúan los ansiolíticos. Los ansiolíticos tienen bajas dosis de clonazepam, de esta forma no dan sueño a la persona y calman esas ansias por la comida cuando en realidad no se tiene hambre. Cabe destacar que para esto es indispensable concurrir al médico, pues se venden bajo estricta receta médica.
Es imperioso efectuar procedimientos multifacéticos, los cuales deben abordar el tema desde el tríptico “psicológico-médico-nutricional”. Quien sufre estos síntomas debe tomar conciencia que lo que tiene no es hambre, sino estrés. Y por tanto debe ser tratado por un profesional.
Naturalmente lo mejor es tomar conciencia de optar por un mejor estilo de vida, empero, muchas veces la vida nos lleva por caminos en los cuales esto se torna muy difícil. Todo está, como mencionábamos antes, en poder discernir entre lo importante y lo urgente. Y claro que no es fácil, pero tampoco imposible; tal vez deberíamos recordar unas breves palabras de Mario Benedetti que nos ayuden a valorar nuestro tiempo, que es irrefutable: “… tiempo para esconderme en el canto de un gallo, y para reaparecer en un relincho, y para estar al día; para estar a la noche; tiempo sin recato y sin reloj. Vale decir preciso, o sea necesito, digamos me hace falta: Tiempo sin tiempo”.