La adolescencia, una etapa difícil
La adolescencia es conocida en la sanidad como “tierra de nadie”, porque a diferencia del niño o el adulto, en el adolescente no está claro si la responsabilidad recae más en el pediatra o en el médico de atención primaria. Se trata de un período de la vida problemático en muchas ocasiones para la convivencia familiar. Es una época de muchos cambios, donde a los padres les cuesta comprender que su hijo, antes ordenado, tranquilo y sincero, pase de la noche a la mañana a convertirse en un joven introvertido, que se rebela y se aisla. Los cambios de carácter (de la alegría al llanto) son muy rápidos.
El adolescente reivindica su intimidad, desconecta de la vida familiar, y se generan conflictos a diferentes niveles
- En el nivel individual, conflicto del adolescente consigo mismo por el desconcierto que padece, y que explica muchas de sus conductas
- A nivel familiar, donde debe ser mayor la atención prestada al adolescente que a cualquier miembro de la familia, según los orientadores familiares
- Y a nivel social, porque es época de problemas de convivencia, con la posible aparición de grupos o pandillas enfrentadas
El comportamiento atípico del adolescente puede llegar a traducirse en trastornos de la conducta alimentaria (anorexia, bulimia), accidentes, consumo de alcohol, tabaco y otras sustancias, problemas relacionados con la conducta sexual (embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual) o incluso delincuencia.
El comienzo de la adolescencia es indefinido, ocurre de forma brusca y se trata de un proceso más emocional y psíquico que físico, aunque coincide con cambios hormonales y corporales importantes como la maduración gonadal o el crecimiento físico.
Los padres deben mantener la calma, y tener en cuenta que se trata de un momento pasajero en la vida de su hijo.
El adolescente vive una transición, una conquista de la madurez. Hay una crisis o ruptura con la autoridad de los padres (aunque se somete al dictado de cualquier lider de grupo o pandilla), quiere ser independiente, libre y autónomo, desobedece y se muestra desafiante.
Desean la integración en el mundo del adulto pero la temen. Todo esto no son más que manifestaciones de inmadurez, inseguridad e inestabilidad
Existe una frustración permanente que expresan muchas veces como hostilidad. Viven de una forma egoista en esa inmadurez, quieren hacer lo que les apetece, y lo que quieren lo quieren ya (instantaneismo). Existe de fondo una gran falta de autoestima en el adolescente, y le influye mucho lo que piensen de él los demás.
El final de la adolescencia llega con la conquista de la seguridad, autoestima y aceptación, y es un camino que no está ligado a la edad (muchas personas son inmaduras toda su vida).
Los psicólogos insisten en que las actitudes hacia los demás dependen de la actitud que tenemos con nosotros mismos, y según el psiquiatra William Glasser, las personas que no sienten aprecio por ellos mismos solo pueden sufrir, y lo van a experimentar de manera permanente. También añade Glasser que la imágen que cualquier ser humano tiene de si mismo es el factor que determina su conducta, y que los problemas psicológicos son síntomas de la frustración del sentido de valía personal (falta de autoestima).
Existen unas recomendaciones que pueden ayudar a los padres a sobrellevar o acortar esa etapa dificil de la vida de sus hijos:
Intentar alabar lo bueno y minimizar lo que no hace bien, para así acelerar el paso a la madurez
Conocer a los hijos como son, con sus virtudes y defectos (los hijos son lo que son, no lo que nosotros queremos que sean)
Demostrarles aceptación,transmitir cariño (que genera estabilidad), no compararlos (que no se sientan inferiores ni superiores a nadie
No sobreproteger. Que se sientan respetados. No confundir un error puntual con personalidad (no etiquetarlo)
Tener expectativas razonables y adecuadas sobre el hijo, y ser para ellos un buen modelo a imitar (dar ejemplo)