El ojo rojo
Diversas patologías pueden presentar como signo común el ojo rojo, un frecuente motivo de consulta. En la mayoría no existe una causa grave, pero la disminución de la agudeza visual o el dolor intenso indican un proceso más peligroso.
Diversas patologías pueden presentar como signo común el ojo rojo, un frecuente motivo de consulta. En la mayoría no existe una causa grave, pero la disminución de la agudeza visual o el dolor intenso indican un proceso más peligroso.
La presencia de uno o ambos ojos rojos es un motivo muy frecuente de consulta en urgencias, por lo llamativo que resulta. Puede deberse a diversas causas, la mayoría de ellas poco importantes, como la conjuntivitis, pero otras graves, como endoftalmitis o glaucoma, por lo que es muy importante hacer el diagnóstico acertado.
Por motivos médicos y legales se debe medir la agudeza visual de todos los pacientes que presenten este cuadro.
Suele venir acompañado de lagrimeo constante, secreciones y distintos grados de alteraciones visuales.
Se consideran síntomas de alarma la disminución brusca e importante de la agudeza visual, el dolor o la fotofobia (“miedo” a la luz) .
Ojo rojo no doloroso:
Aquí están incluidas la conjuntivitis y las hemorragias subconjuntivales.
Las conjuntivitis, que pueden ser virales, bacterianas, por hongos, alérgicas o tóxicas, representan la causa más frecuente de ojo rojo. No afectan a la visión, pero producen fotofobia, espasmo palpebral, sensación de cuerpo extraño. El tratamiento va a depender de la causa.
Ojo rojo doloroso:
Es más grave pero afortunadamente menos frecuente. Si existe dolor ocular intenso con disminución de la agudeza visual siempre nos indica la presencia de un problema grave.
- Queratitis:
Son inflamaciones corneales, generalmente infecciosas que cursan con fotofobia, disminución de la agudeza visual y enrojecimiento periquerático. Son debidas a diversas causas:
- Las bacterianas: Representan verdaderas urgencias oftalmológicas. Son relativamente frecuentes en personas que usan lentes de contacto, sobretodo cuando duermen con ellas. Las que afectan al centro de la córnea suelen estar causadas por microorganismos vivos y son muy agresivas. Ya las que afectan a las zonas periféricas son debidas a toxinas bacterianas y serán menos graves. En ambos casos se realizará un cultivo y el tratamiento se basa en la aplicación de colirios antibióticos
- Las causadas por hongos: Presentan características similares a las anteriores, aunque también habrá infiltrado corneal de lenta evolución
- Las ocasionadas por exposición a la luz (esquiadores, soldados) y las causadas por el uso de lentillas: Generalmente son superficiales. Estas se tratarán con vendajes compresivos y pomadas epitelizantes, siempre después de la extracción de las lentillas
- Las infecciones por herpes simple: Cursan con sensación de cuerpo extraño y disminución de la visión, pudiendo acompañarse de adenopatía preauricular
Corresponde a la inflamación del iris, del cuerpo ciliar y de la coroides. Las uveítis anteriores presentan enrojecimiento periquerático y miosis. La mayoría de las veces están causadas por procesos poco frecuentes como toxoplasmosis, tuberculosis, sífilis, espondilitis, sarcoidosis. El tratamiento se basa en la aplicación tópica, en colirios de antibióticos y antiinflamatorios. Cuando se conoce la causa, se hace un tratamiento específico para ello.
Es el aumento brusco de la presión del ojo debido a que se cierra el ángulo de la cámara anterior del ojo. Sus síntomas son ojo rojo, fotofobia, dolor intenso, pérdida de la agudeza visual, malestar general y se puede acompañar de náuseas y vómitos. Es una urgencia oftalmológica, siendo más frecuente en personas con hipermetropía y que se desencadenan por el estrés, la oscuridad y algunos fármacos. Su tratamiento consiste en reducir de forma urgente la presión intraocular, y para ello se utilizan colirios, medicamentos sistémicos como manitol o acetazolamida, o incluso se puede practicar una iridectomía con láser o cirugía.
Es la más grave. En general se asocian con antecedentes de cirugía o traumatismo previo reciente. La visión disminuye de forma brusca hasta el extremo de que la persona sólo pueda reconocer los movimientos de manos o percibir la luz.