Vinculación entre la genética, el estrés y la depresión
Determinada mutación genética hace que el cerebro produzca menos neuropetpida (NPY), una molécula del cerebro que ayuda a devolver la serenidad luego de una situación de estrés.
Determinada mutación genética hace que el cerebro produzca menos neuropetpida (NPY), una molécula del cerebro que ayuda a devolver la serenidad luego de una situación de estrés.
Según un estudio realizado por científicos de la Universidad de Michigan, publicado en la revista Archives of General Psychiatry, hay una relación entre la genética, el estrés y la depresión. Las personas que tienen una cierta mutación genética que hace que el cerebro produzca menos neuropetpida Y (NPY según la sigla en inglés), tienen una respuesta emocional negativa más fuerte ante el estrés y mayor riesgo de desarrollar depresión.
Varios estudios han demostrado que la molécula del cerebro NPY, contribuye a reintegrar la serenidad luego de eventos estresantes. Y este nuevo estudio ha encontrado que aquellos cuya genética hace que produzcan bajos niveles de ésta molécula, son más propensos a responder a los estímulos negativos en los circuitos cerebrales relacionados con la emoción y la respuesta fisiológica al dolor, por lo cual tienen menos capacidad de recuperación ante situaciones de estrés y pueden ser más proclives a desarrollar serios problemas de depresión.
Los investigadores, Brian Mickey, profesor asistente del Departamento de Psiquiatría de la Escuela de Medicina de la Universidad de Michigan e investigador en el Instituto de Neurociencias Moleculares y de Conducta también en esa universidad, es el principal autor del estudio, quien conjuntamente con Jon-Kar Zubieta, profesor de psiquiatría y radiología en la Universidad de Michigan, y otros colegas, realizaron tres pruebas para analizar la relación entre la molécula del cerebro NPY y la depresión. El grupo de participantes reclutados para estas pruebas fueron calificados de acuerdo a su expresión genética NPY, alta, media o baja.
Primera prueba
En la primera prueba, se utilizó la imagen funcional por resonancia magnética para observar la actividad del cerebro de cada participante, al ver palabras con carga neutral (“material”, por ejemplo), negativa (“asesino”, por ejemplo) o positiva (“esperanza”, por ejemplo).
Aquellos que presentaban bajos niveles de NPY respondieron a las palabras con carga negativa, manifestando una fuerte activación de la corteza prefrontal del cerebro, zona implicada en el procesamiento de las emociones; mientras que los que tenían alto nivel de NPY manifestaron una respuesta menor.
Lo cual indica, según Brian Mickey, que las personas con dicha mutación genética tienen la tendencia a activar la región del cerebro asociada con las emociones más que otros, aunque no existan factores estresantes, ni haya síntomas psiquiátricos.
Segunda prueba
En esta se estudiaron las experiencias emocionales de individuos sanos ante una situación de estrés. Para ello se inyectó una solución salina en la mandíbula de los mismos, con el fin de producir un dolor ligero durante unos 20 minutos, sin producir ningún daño permanente.
Los individuos calificaron de manera positiva o negativa sus sentimientos anteriores y posteriores al ser sometidos al dolor. En aquellos casos en que el nivel de NPY era bajo, las calificaciones fueron negativas tanto antes como después de la exposición al dolor. Lo que quiere decir que sus emociones estaban más afectadas tanto cuando predijeron el dolor, como cuando reflexionaron sobre el mismo posteriormente a sentirlo.
Tercera prueba
Por último fueron comparados los genotipos de NPY de los participantes que presentaban algún trastorno depresivo importante con los otros, para analizar si existía relación entre esa condición y la expresión baja de neuropetpida Y. Hallando que los que presentaban la mutación eran más proclives a desarrollar depresión.
Los investigadores tienen la esperanza de que con esta información se pueda realizar un diagnóstico más precoz de depresión y otras enfermedades psiquiátricas, de modo de tratarlos a tiempo con terapias específicas que se ajusten a cada uno, basándose en sus genes.