El cultivo de la inteligencia
Los estudiantes, teóricos, profesionales y personas cuyo trabajo demande del esfuerzo intelectual deberían preocuparse por mantener en buena forma su herramienta de trabajo: el cerebro. Concientes de que no se trata de una máquina y ni siquiera de un órgano material, ya que de sus emanaciones proviene la sensación de materia, el complejo cognitivo “aparece” como una red de células nerviosas, viscosidades, líquidos y tejidos en la observación directa de la masa encefálica, sin microscopios y sin un abordaje más profundo o metafísico de la cuestión. Toda la estructura cambiante de la personalidad, de las capacidades físicas y mentales, de las emociones, está comandada desde esta “región” donde los estudiosos han detectado la acción e interacción de fotones involucrados en la lectura de la realidad.
En este mundo de relaciones electroquímicas, sensores y constructores de “lo que parece haber”, es donde se desenvuelve el reconocimiento orgánico, la memoria celular de sus “familias” químicas, los mensajeros o neurotransmisores que orquestan la comprensión del mundo y el estado de ánimo del ser viviente y pensante.
Por eso es que este texto, asume que en el mundo “externo” a la psiquis pensante y sensoria no estará jamás la clave de la genialidad. El talento y otros atributos del ser humano están implícitos o impresos en la persona por naturaleza y no hay recetas para “hacer a una persona inteligente”.
Sin embargo, sí hay formas de cultivar las capacidades latentes, de potenciar los dones ya descubiertos haciendo rendir al máximo el potencial intelectual. La dieta y el manejo del humor, del sueño y el estrés se tornan cruciales en esta empresa.
Los cuidados habituales
El descanso es muy importante en el rendimiento del trabajo mental. Un sueño reparador lleva a cabo milagros en la recuperación de las habilidades cognitivas, la memoria y la destreza del pensamiento lateral.
Existen métodos integradores donde se enseña a relajar el cuerpo para obtener mayor aprovechamiento del tiempo de descanso, en nuestro mundo actual, cada vez más recortado.
Al levantarse se esperaría introducir energías mediante un desayuno completo consistente en zumo o frutas, algunos lácteos, tostadas o rebanadas de pan con jamón u otros embutidos. La glucosa no debe faltar en la primera comida del “pensador” ya que el déficit de la misma repercute inmediatamente en la velocidad de respuesta y en la concentración del individuo.
No es aconsejable sustituir las comidas elaboradas por las comidas rápidas por lo que, aunque lleve un poco más de tiempo, que los estudiantes en período de exámenes no abandonen la comida de olla, guisada a como de lugar.
La verdura, sea cocida o en ensalada no debe faltar en la “entrada” de cualquier comida o acompañando el plato. por su contenido en sales minerales, ácido fólico, fibra y los antioxidantes asociados a los complejos vitamínicos “B” tan recomendados por los dietistas y naturistas modernos.
Nunca debemos olvidarnos de añadir legumbres, ricas en tiamina, potasio, hierro y carbohidratos, deben consumirse al menos un par de veces en la semana al igual que los cítricos que como el ají y el pimiento aportan vitamina “C”, esto ayuda en el aprovechamiento del hierro.
Las proteínas de origen animal así como el huevo no deben estar presentes más de cuatro veces por semana y siempre acompañadas de patatas o arroz, también sirven los tallarines que ceden las energías rápidas necesarias para el metabolismo de las carnes.
Algunos trucos de la naturaleza
El cerebro puede generar en forma interna (endógenos) y sin trampolines químicos (exógenos) las sustancias que le propician placer y estímulo al ser humano.
Nuevas investigaciones en el área del sistema nervioso central y en la producción de hormonas en las diferentes glándulas del cuerpo apuntan a los estados de ánimo y la confianza en uno mismo como estimulantes de ciertas sustancias similares a las llamadas “drogas recreativas”. Se conoce que existen muchas sustancias que modifican la percepción del mundo de diferente manera. Se trata de los psicotrópicos que pueden ser estimulantes, relajantes, euforizantes, afrodisíacos, alucinógenos, etc.
Pues no parece necesario ya ir en busca del bienestar por ahí afuera investigando en la farmacopea suburbana o farmacológica, el sabio organismo tiene sus propias y ajustadas reservas de estos cócteles bioquímicos responsables de nuestros biorritmos.
Las diferentes emociones son la receta que se presenta en esta despensa que lleva millones de años de evolución potenciando y sintetizando sustancias como la oxitocina, la serotonina, la dopamina, la fenilaninina, las endorfinas, la epinefrina, la adrenalina y otras.
Cada una de estas bio-macro-moléculas responde a una necesidad específica o derrama sus mensajes tras un estado emocional como lo puede ser el enamoramiento. Es el momento que la dopamina de ese aspecto de “bobo” al enamorado y cuando la oxitocina despierta las ansias del deseo. El nivel de las endorfinas guarda relación con la capacidad de superar estados depresivos (“bajones”) y de equilibrar el humor tras un mal día.
El equilibrio y la abundancia de estos recursos del “propio cuerpo” apuntan a la satisfacción del ser humano y a la generalización de la armonía en las relaciones humanas. En este sentido se comprende que el cerebro se autorregula y le hace mejor tener pensamientos positivos en un cuerpo sano y por el que existe una preocupación consciente.
Escuchar la voz interna es dar libertad de autogestión a fuerzas que nos asisten desde su conocimiento íntimo y milenario.