La punción lumbar
Esta práctica clínica tiene indicaciones tanto diagnósticas como terapéuticas precisas. La complicación más frecuente derivada de su realización es la cefalea, mientras que la más grave es la hernia cerebral.
Esta práctica clínica tiene indicaciones tanto diagnósticas como terapéuticas precisas. La complicación más frecuente derivada de su realización es la cefalea, mientras que la más grave es la hernia cerebral.
La punción lumbar tiene dos indicaciones principales:
- Toma de muestras de líquido cefalorraquídeo, para diagnosticar procesos infecciosos como meningitis y encefalitis virales, bacterianas y fúngicas (mediante recuento y fórmula leucocitaria, cultivos, glucosa y proteinas), procesos inflamatorios (esclerosis múltiple y Síndrome de Guillen-Barré) oncológicos (leucemia, linfoma) y metabólicos (medir lactato, piruvato, glucosa y proteinas)
- Administrar fármacos: Quimioterapia, antibióticos (Vancomicina, Gentamicina) y anestésicos
Procedimiento
Para realizar la punción, el paciente se tumba de lado (decúbito lateral) o sentado, y en posición fetal o “arqueado felino” para ampliar los espacios interespinosos.
El sitio de la punción corresponde al punto medio de una línea horizontal que une las crestas ilíacas, en el espacio entre la cuarta vértebra lumbar y la quinta o entre la tercera y la cuarta.
Para realizarla se requiere del uso de guantes, desinfectando con povidona iodada de forma espiral y centrífuga (desde el centro a la periferia).
Para disminuir la ansiedad se emplea anestésico local y sedantes generales (por ejemplo Diacepam).
La aguja, que será preferentemente una aguja de punta roma (para separar y no cortar las fibras durales), se introduce con la punta inclinada cefalicamente 15 grados (dirigida hacia el ombligo). La aguja pasa la piel, tejido subcutáneo, ligamentos supraespinoso, interespinoso y flavum (en este último se puede notar un chasquido al perforarlo), espacio epidural, plexo venoso vertebral interno, duramadre y aracnoides, alcanzándo el espacio subaracnoideo. En ese momento, se introduce la aguja de dos milimetros en dos milimetros, retirando el estilete a intervalos hasta ver salir el líquido cefalorraquídeo. Si la aguja topa con hueso, es necesario extraerla sin salir de la piel y orientarla de nuevo.
Si el líquido cefalorraquídeo sale sanguinolento, significa que la punción ha sido traumática, y se aclarará poco a poco. Si no se aclara, es una hemorragia subaracnoidea.
Para tomar la muestra, se dejan gotear en los tubos de ensayo unos 3-4 milílitros. Finalmente se extrae la aguja colocando previamente el estilete.
Una vez extraida, se debe limpiar la piel y colocar un apósito, permaneciendo unas horas en decúbito.
La ejecución de la punción puede ser dificil en obesos o en caso de deformaciones óseas (por espondilitis, anquilosis, cifoescoliosis, cirugia lumbar), donde las referencias topográficas son difíciles de controlar. En estos casos es útil consultar a un radiólogo intervencionista o a un anestesista.
Complicaciones
Las complicaciones principales de este procedimiento consisten en: Hernia cerebral con descerebración (complicación más grave), compromiso cardiorrespiratorio, dolor local o referido, cefalea (la más frecuente, apareciendo en el 40% de casos, durante las primeras 48 horas), hemorragias, infección, quiste subaracnoideo-epidérmico, fístula de líquido cefalorraquídeo.
Existen situaciones que contraindican la realización de la punción lumbar:
La insuficiencia cardiorrespiratoria supone una contraindicación relativa, mientras que existen otras con carácter absoluto como la hipertensión intracraneal (realizar TAC previo para descartarla) coagulopatía (riesgo de hematoma espinal) y cirugía lumbar previa.
Conclusión
La punción lumbar es una práctica clínica que precisa del conocimiento de la anatomía, de las contraindicaciones, y de los métodos que minimicen el riesgo, para garantizar la seguridad y la eficacia en el procedimiento. Los riesgos son raros, pero pueden ser potencialmente mortales.