Ociofobia, la fobia al ocio
Se trata de un temor muy grande al ocio, a no tener nada qué hacer. En esta sociedad actual en la que se sobrevalora la productividad y la efectividad, el no hacer nada no está bien visto. En consecuencia, las personas se imponen actividades programadas incluso estando de vacaciones.
Se trata de un temor muy grande al ocio, a no tener nada qué hacer. En esta sociedad actual en la que se sobrevalora la productividad y la efectividad, el no hacer nada no está bien visto. En consecuencia, las personas se imponen actividades programadas incluso estando de vacaciones.
La palabra ociofobia describe muy claramente a lo que hace referencia: Fobia al ocio. Fue acuñada por el psicólogo español Rafael Santandreu y describe lo que sucede en las sociedades contemporáneas.
Nunca hay tiempo para nada, siempre estamos corriendo apurados, hay una sobrevaloración de la súper ocupación, de la eficacia y de la productividad. En esta vorágine se le da mucha importancia a la actividad y muy poca al tiempo libre. Estar sin hacer nada no está bien visto, inclusive aunque ello ocurra en el tiempo ocioso.
En este contexto es que surgen las adicciones al trabajo, el estrés, la ansiedad, etc. Las personas cuando no están sometidas al estrés laboral no saben qué hacer y entran en pánico al enfrentarse al tiempo vació.
Síntomas de la ociofobia
El síntoma principal de la ociofobia es la ansiedad. En los casos más graves esa ansiedad puede anticiparse, es decir aparecer un malestar en los días previos al momento de ocio, por ejemplo antes de los fines de semana o de las vacaciones.
Las personas que padecen este terror al ocio, temen no tener siempre todo detalladamente planificado, programado, tener todo su tiempo libre ocupado. El temor que se esconde detrás de esto, es al aburrimiento que les puede producir el no tener nada qué hacer, el quedarse sin programa.
Vacaciones estresantes
Hoy en día incluso las vacaciones requieren de una agenda de actividades en la que se detalla día y hora de cada actividad. Cuando el ocio se organiza en vez de producir relajación, produce estrés. El tiempo libre no siempre tiene que estar programado de antemano. Si bien está bien organizarse y tratar de hacer rendir al máximo ese tiempo de vacaciones, cuando se vuelve tan estructurado y proyectado, lejos de causar placer produce malestar.
Selin Malkoc, profesora asociada de marketing de la Universidad de Washington y coautora de una investigación realizada por un grupo de científicos que analizaron una serie de estudios sobre los comportamientos humanos en relación al ocio sostiene:
Los ratos libres, una vez programados, se convierten en un trabajo más. Como resultado, las personas se sienten menos excitadas e incluso resentidas cuando ven que se aproxima la tarea planificada. Quizás lo más importante sea gozar del ocio en sí más que de la actividad seleccionada...
...Cuando improvisamos planes o los abordamos de una manera menos específica lo pasamos mejor. La clave está en dejar de ver el ocio como una obligación más.
Qué pasa con la ociofobia y los niños
Los niños no están al margen de esta nueva realidad. Sus padres, víctimas de una vida repleta de actividades, les imponen varios quehaceres (idiomas, deportes, música, etc.) para que ocupen su tiempo libre. Dejándoles así muy poco tiempo para el juego, la dispersión, el ocio. Estos niños y adolescentes se encuentran superestimulados y cuando no tienen nada qué hacer se sienten mal.
Lo ideal es siempre buscar un equilibrio
Santandreu señala que las mentes que están en calma, relajadas, son las que producen mejores cosas. Él pone como ejemplo a Cervantes que escribió Don Quijote en sus tardes de ocio por Castilla. Dice que nadie recuerda que se dedicaba a cobrar impuestos y sin embargo, trascendió hasta nuestros días por su legado literario.
La producción, la efectividad no producen felicidad sino estrés y malestar. La realización de actividades sin disfrute, el mero trámite de realizarlas no conduce a ningún sitio. En estos tiempos modernos en los que se le da más importancia a la cantidad que a la calidad, bajo las influencias ideológicas de la productividad y eficiencia, se priman los logros antes que la propia felicidad. Santandreu propone dedicar una hora al día a aburrirse, a mirar la pared.